Es tan simple. Querer y no poder; mi historia de siempre. Hablo de amor, hablo de amar. De despertarme todos los días pensando que le voy a ver; si, a su puta sonrisa perfecta. De que cuando me habla me muero. De que cuando le veo acariciándole el pelo a ella, también me muero; pero de forma diferente. De que bajo siempre hasta la letra “J” para ver si está conectado. De que, hoy mismo me he quedado mirando, sabiendo que no le veré hasta después de navidades. De que finjo que le odio, pero en realidad no le odio ni un poco. De que hago que me molesta cuando hace alguna de sus chorradas, pero en verdad me encanta. Hablo de que haces las cosas bonitas solo con estar cerca.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario