Estas en todas partes y no te quedas en ninguna. Aunque supongo que ya debería saber que tu pasatiempo preferido es irte. De mi vida, sobre todo. Pero que te voy a reprochar a ti, si sigues siendo mi pecado favorito. Eres esa excepción que me obliga a ahogar las penas en alcohol y a revivirlas en alguna calada. Pero ni con esas te aparto de mi mente. Joder, cuando aprenderé a dejarte marchar del todo, cuando tu nombre sera solo uno más...
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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