Asúmelo. Otro más que no te quiere. Se une a la interminable lista de tíos que pasan de ti. No se de que te sorprendes. Solo hay que pensar un poco. Hija mía, no vales para nada. Nadie te aguanta, ni siquiera tus mejores amigas. Entiéndelo, eres pesada, dices cosas sin sentido y no tienes nada de especial. No eres graciosa, no eres guapa, no eres simpática, no eres creativa. Solo eres una chica callada, tímida y, si me apuras, aburrida. Una sosa. Es normal que nadie muestre ni un grado de interés por ti. Nadie se preocupa por ti. Se la sudas a todo el mundo cariño. ¿Y todos esos complejos que tienes? Mira, lo primero que debes hacer es empezar a quererte un poco, tal y como eres. Que te importe una mierda lo que piensen los demás. Tal vez así las cosas comenzarían a irte mejor.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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