Estando tan cerca te noto tan distante y rezo porque vuelvas, aunque no sé a quien rezarle. Ya se que no hay tregua, aunque dude un instante al recordar toda la historia. He cambiado aquel punto y seguido por punto y aparte, y aún así me he perdido; se me olvida olvidarte. Da igual quien ha sido, ¿que me recomiendas, que me de por vencida o que me plante en tu puerta? Recojo las piezas, todo resumido en tres o cuatro frases echas trozos de papel en los bolsillos. He cambiado aquel punto y seguido por punto y aparte, y aún así me he perdido; se me olvida olvidarte. Me envenena el tic-tac del pasar de las horas. No te puedo olvidar, yo estoy tan sola y tu tan solo. Eres la pesadilla que me muerde la boca.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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