Al fin y al cabo, todos llevamos el nombre de alguien escondido entre cada sonrisa. Y yo elegí el tuyo, que se le va a hacer. Es patético echar de menos algo que ni siquiera has tenido, algo que no te han dado. Joder, me das la vida con tus mensajes y eso me acojona. Me asusta lo increíblemente bajo que he caído. ¿En que momento de toda esta historia nos intercambiamos los papeles? Se supone que tú eras el interesado, el que movía las fichas, el que tonteaba... Se suponía que yo pasaba de ti. Pero es que a gilipollas no me gana nadie, soy experta en que la gente me sustituya. Yo tampoco me elegiría a mi, en cualquier lugar puedes encontrar algo mejor. Y no me extraña. Te trate como una mierda, como si no fueras nada, como si fueras una molestia. Me reí de ti, te ridiculice. Le decía a todo el mundo el incordio que podías llegar a ser, lo mucho que odiaba encontrar un WhatsApp tuyo al mirar el móvil. Me quejaba incontables veces de tu forma de insinuarte y proclamaba a los cuatro vientos que no me interesabas para nada. Fui una zorra, lo reconozco. Pero a pesar de todo creo que muy en el fondo yo ya sabía lo que iba a pasar. Siempre me enamoro de lo que me dicen y tú te fijaste en mi, viste en mi algo que pocos han visto. Algo dentro de mi estaba empezando a surgir, incluso cuando te ignoraba. Te portabas tan bien conmigo, eras tan atento, tan comprensivo. No estaba acostumbrada a que alguien se preocupara tanto por mi. Tal vez por eso comencé a sentir algo más por ti. Lo único que esta claro es que al final te cansaste de dar sin recibir nada a cambio, como cualquiera habría echo mucho antes. Pero yo soy la retrasada que te odia por haberte ido, que te odia por haber dejado de hablarme. Y digo que te odio refiriéndome a que te quiero, porque tengo la puta manía de querer un poco así, odiando.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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