Echar de menos no es solo decirlo. Echar de menos es romper por dentro cuando suena esa canción que te recuerda a todo lo que paso, o cualquier canción que hable de buenos momentos. Echar de menos es recordar siempre lo mejor, y aprender de lo malo. Echar de menos es angustia, nostalgia y ganas de llorar juntas en una misma mezcla de razón. Es prestar atención a lo que dice tu dormido corazón, querer retroceder el tiempo para volver a vivir esas cosas, que te han hecho ser como eres hoy. Es morir al pensar en esos preciosos recuerdos que tienes, que te auto-destruyas con ellos y quieras repetirlos mil veces más. Por que, al fin y al cabo, todos echamos de menos algo, todos querríamos volver a cierto lugar y a cierto momento, aunque a veces nos cueste reconocerlo.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario