Así es como va. Comenzare por hablarte. Primero poco a poco,
y después todos los días. Conseguiré que te acostumbres a nuestras
conversaciones hasta las tantas. Tonteare contigo, cada vez más. Haré que vivas
de mis mensajes y te ilusionare. Te mentiré, te diré que me importas. Te haré creer que eres especial, te haré sonreír. Te enamorare. Te haré feliz durante
muchos meses. Pero de repente un día te empezare a ignorar. Dejare de hablarte
y será como si nunca te hubiera dirigido la palabra. Lo pasaras mal durante un
tiempo, y cuando creas que ya lo has olvidado, volveré a hablarte. Pero solo
cuando este aburrido o me sienta solo. Te haré sufrir, te destruiré. Pero para
cuando te des cuenta ya no podrás hacer nada, porque ya estarás enamorada de
mí.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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