"De los que no se olvidan fácilmente. Así era él. Así sigue siendo. Porque ambos sabemos que por mucho que pase el tiempo, aquí la que no olvida soy yo. Y sigo sin entender por qué le escribo sabiendo que ni siquiera me lee. Supongo que es como si le estuviese diciendo todo lo que quiero decirle a la cara, aunque no sea así. Aunque en realidad sea una cobarde que no se atreve a decirle un puto 'te echo de menos' porque sabe que no obtendrá nada a cambio. Pero, ¿qué coño hacemos torturándonos cada noche por una persona que ya ni se acuerda de que existimos? ¿Eh? Ni yo misma lo sé, y lo peor es que seguiré haciéndolo."
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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