Quien me iba a decir a mi que los besos saben mejor cuando no los mezclas con alcohol. Nada mejor que lo de irse a dormir sin arrepentirse de nada, con la sensación de que por fin empiezas a controlar tu propia sonrisa. Sera que a veces la suerte se pone de nuestra parte; y a mi ya me tocaba ganarle algún pulso a la vida. Soy de las que une borracheras y fracasos, la que no sabe diferenciar entre vasos y labios. Menudo mundo me he perdido intentando encontrarme en miles de copas, pero que bonito es darme cuenta de mi error de esta forma.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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