Soy la
mejor definición de desastre que vais a conocer, una bala perdida que no tiene remedio ni lugar. Soy esa promesa que me hice y nunca tuve el valor de cumplir. Soy todas esas canciones que tarareo cuando camino sola por la calle, y también las que grito cuando suenan a todo volumen en cualquier bar de turno. Soy esas copas de más que nunca debí tomar, pero es que a mi el alcohol me sienta muy de puta madre. Soy una jodida ruina que nadie se esforzó en reconstruir, y menos mal. Soy mi propia salvación desde que comprendí que escribir cura más que el ibuprofeno y ayuda casi tanto como una botella de vodka. Soy todo eso que aún me queda por leer, y aprovecho para decirle a mi padre que nunca sabre como darle las gracias por inculcarme su amor por la lectura. Soy todas esas cosas que finjo no desear y que me quitan el sueño. Soy todos estos complejos que poco a poco van desapareciendo, y soy todo lo que estoy empezando a quererme. Soy las cosas por las que sonrió, por las que lloro; y sobre todo, soy todas las personas que quiero, eso no va a quitármelo nadie. Vale, lo repito: soy un desastre. Pero que orgullosa estoy de serlo. Y gracias a vosotros, soy un desastre hasta bonito.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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