Escribirte. Como si fueras a leerme, como si te importase
lo que piense. Como si fueras a entenderme. Como
siempre. Hablando de lo que saben hasta los más tontos, de lo
innegable, de único que sé. Un día me falló quien menos imaginaba, y entendí
que las promesas hay que cumplirlas, y que de los actos hay que hacerse cargo,
aunque sea tarde. Por eso hoy lo reconozco, aunque ya este claro para muchos. Reconozco que no hay un puto día en el que no estés presente, en el que no te nombre, en el que no hable de ti, en el que no te escriba. Que al verte me muero por hablarte, porque en el fondo me duele que nos ignoremos, porque nunca, ni un solo minuto, has dejado de importarme. Que echo de menos como nos tratábamos antes, aunque ahora nos llevemos mas o menos bien, echo de menos hacerte la vida imposible. En aquella época, me daba igual, si te reías de mi o conmigo. Porque, si; es difícil fingir que no me importas. Ya no me quedan fuerzas para hacerlo, malgaste mucho tiempo diciendo que no a todo lo que tenia que ver contigo. Que soy una cobarde, que no puedo afrontar la vida sin quererte, que no sé como vivir sin que estés tú. Que no sé, ni quiero saberlo. Cumplo condena, por ese mal día en el que me fije en ti y en todo lo que eso supuso. Yo, que me quiero olvidar de todo lo que me has echo pasar, de la cantidad de cosas que he tenido que aguantar, de los momentos en los que quería ser otra para llamar tu atención. De lo muy masoquista que soy, y lo poco que me importa. Porque siempre habrá una parte de mi a la que le seguirás importando, siempre habrá algo que recuerde y que eche de menos de ti.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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