Nunca te duermas sin un sueño, ni te levantes sin un motivo, tampoco vivas por nadie que no este dispuesto a vivir por ti, recuerda que ningún día se parece a otro y que nadie se parece a ti. Que solo hay una persona capaz de hacerte feliz para toda la vida, y esa persona eres tú mismo. Si hay gente que quiere entrar en tu vida, que entre. Si hay gente que quiere salir de ella, que salga. Pero que no se queden en la puerta, porque molestan a los que quieren entrar.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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