Creo que tengo una obsesión. Me pierdo siempre pensando en ti. No puedo olvidarte, pero no voy a negarte que sigo adelante. Que remedio. Que me muero por saber si te acuerdas de aquellos primeros años, de los días enteros tan solo contigo en mi mente. Algunas veces me doy cuenta de lo rápido que ha pasado todo. Pero aun hay días que toda la noche la paso llorando por ti. Tú, casualidad. Recuerdo el día que te conocí. Quería tu sonrisa para mi. Quedaba todavía tanto por vivir. Quien me lo iba a decir. Has tenido que ver con todo lo que me ha pasado en estos años. Has sido constante y, el de siempre. Fuiste todo. Y ahora no se como reaccionar a esto de que ya debo dejar de pensarte. Todo lo que no fuimos y no se pudo escribir. Y a la hora de olvidarte procure dejar intacto el paso de los años. Y yo, que nunca he entendido este mundo sin sentido, tengo que aprender a decir hasta siempre.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario