No sé porque eres así. Porque desprecias tanto a la gente, porque te crees superior. Dices que la gente va de flipada, cuando la única que se cree guay aquí, eres tú. Sinceramente, a veces no te aguanto. Hablas de ti, de la gente con la que te llevas bien, de tus pretendientes, de los rumores, de gente que es incluso más falsa que tú. En cambio, te la suda lo que nos pase a las demás. Sinceramente de nuevo, me rio de ti. Sé que no soy una de las personas que más amigos tiene, y está claro que de las más guapas tampoco. Pero yo por lo menos, no voy criticando a la gente sin razón, ni me lio con el primero que pasa, ni me hago la interesante. Pues eso. Que me rio de la pena que das.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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