Aprende de todas esas noches que pasamos por ahí, creyendo que nada puede romper la armonía. Deja de analizarlo todo, somos tú y yo. Y no importa lo demás. Solo quiero estar contigo. Decirte tantas cosas, planes de futuro, acciones del pasado, hablarte sobre mi vida. Que tu escuches, si, me escuches. Que te rías con mis estúpidos errores tontos de ese ayer, pero que sepas cuando tienes que estar serio. Debes saber que a veces digo cosas de cierta manera, como si no me importaran nada, como si solo fuera un tema de conversación. Te estoy pidiendo que entiendas que me importa más de lo que le hago creer a la gente, que debajo de esa coraza de que me da igual, realmente lo he pasado mal. Que puedo estar diciendo con una sonrisa y una carcajada; que él lo fue todo, que me arruino la vida y que he aprendido la lección. Tienes que comprender que te estoy mintiendo, que solo quiero hacerme la fuerte. Que todavía no se han curado las heridas de “ese ayer”, como me gusta llamarlo. Y, solo necesito a alguien que lo entienda. ¿Sabes? A veces lo echo de menos. Como me decía todas esas estupideces, como me amargaba y alegraba los días a la vez. Y cuando yo le quería tanto. Definitivamente, si, “ese ayer” me dejo marcada. Tal vez llegue el día que lo recuerde con cariño. Dentro de más tiempo, eso seguro. Ahora solo quiero contarte todas las cosas que pasaron, todos los días que se quedaran en el baúl de los recuerdos.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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