Enserio, yo lo intento, pero no puedo evitarlo, odio como te crees el centro del mundo. Como os creéis, mejor dicho. Tal vez sea que yo nunca me lo creeré (sabéis que mi autoestima esta por los suelos), pero me da rabia ver como los demás se creen importantes. La vida no es una competición por ver quién tiene más amigos, más novios o es más popular. No vas a ser más feliz por eso, te lo aseguro. ¿Qué hablan más de ti que de mí? Estupendo. ¿Qué tienes más amigos? Me alegro por ti, haber si no son tan falsos como tú. ¿Qué caes mejor a la gente? Bien, haber si eso te vuelve mejor persona, hija. Haznos un favor a todos, y vuélvete una de esas personas que merecen la pena.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario