Ojala todo fuera como en verano. Ojala se hubiera parado el mundo en un momento, cuando las ganas de vivir eran mayores a las de morirse. Ojala, que nada hubiera cambiado. No soporto esta realidad. Quiero despertarme un puto día de verano, creyendo que todo es perfecto y que soy feliz. Que el mundo es mío y no hay motivos para estar triste. Que la gente a la que quiero está bien, y quieren que yo lo esté. Solo preocuparme de cosas simples, no sentir esta maldita impotencia. No hartarme de llorar a cada momento. Quiero que todo vuelva atrás, que todo vuelva a ser como antes. Ahora mismo lo único que me da fuerzas para seguir y vivir, es mi pasado, los recuerdos. De verdad que antes todo era genial, todo. ¿Qué he hecho yo para que me pase esto? Quiero mi vida de antes.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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