Nunca diré que por las noches todavía pienso en él. Que hasta las baldosas de la calle me recuerdan lo bonito que es ser tan ingenua como lo fui yo. Lo sencillamente destructible y devastador que es no conocer nada de la vida, pero darla por alguien. Cuando la inocencia aún nos cubría con su velo, protegiéndonos y llenándonos de tontas esperanzas e ilusiones, ahora vacías y carentes de sentido. De todo aquello, ahora no queda nada. Aparentemente, al menos. Increíble pero cierto amor, me has dejado irremediablemente marcada. Llena de heridas y cicatrices, que no creo que jamas se curen del todo. En eso consistía tu misión, en hacerme fuerte a base de golpes. Pero hubo daños colaterales. La mascara de la debilidad aún habita en mi. Quizás ahora, aguante mejor lo que quede por venir. No lo sé, pero conseguiste que dejara de creer en las falsas promesas, y ya de paso en lo imposible. De pronto, crecí, y madure. Y así fue, que me volví más precavida a la hora de compartir mis pensamientos. Ahora prefiero quedarme en silencio, escuchando, sin expresar nada. Y lo que nadie sabe es que en mi mente libro batallas personales. Que estoy llena de gritos internos, y muchos se asustarían al averiguar lo que opino de ellos. Puede que sea callada, pero eso no significa nada. Mi corazón bombea y mi cabeza piensa, más que la de algunos de esos que hablan sin medir sus palabras.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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