"Cuando nos miremos, nos estaremos desgarrando y apuñalando el alma. No hablaremos de lo que sentimos, para que, hablar de sentimientos es de personas valientes, de personas fuertes; y nosotros sólo somos un par de gilipollas. Yo, una gilipollas que escribe cosas sobre el amor, y tú, un gilipollas que sabe como volverme loca. Y querremos jugar a ese juego tan peligroso de sentir que le importamos a alguien. Pero no pasara, porque no estamos echos el uno para el otro. Y por eso yo, seguiré perdida. Creyendo en el amor, aunque duela. Y seguiré esperando, toda la vida."
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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