Todas las personas queremos llegar a ser algo importante. A hacer cosas grandes, a conseguir todos nuestros objetivos y cumplir nuestros sueños. Pero, nos solemos quedar por el camino, preguntándonos como comenzar a ser alguien. En realidad, es muy fácil: se empieza por ser diminuto y crecer mediante humildad, constancia y amor. Consiste en valorar a quien te valora, en no perder el tiempo con cosas que escapan de tu propio control y, sobre todo, en ver la realidad de las cosas. A veces también en fingir ser fuerte, para soportar las adversidades y los días malos. Comprender que es normal sentir dolor alguna vez y hacer que valga la pena. Y, nunca dejar de intentarlo.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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