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Sé que no me conviene, pero quiero que vuelvas. Necesito que me hables y que me digas esas cosas que tanto me gustaban. Que me saques sonrisas y mi madre me vuelva a preguntar haber quien las consigue tan bonitas. Y es que a mi me basta con eso. No pido mucho. Tus palabras ya me hacen feliz sin necesidad de nada más. Y esto debería acojonarme, que con tan poco me hagas sentir tanto. Pero me da igual, contigo me sirve todo. Porque ya eres parte de mi. Nunca pensé que podrías llegar tan al fondo. Tan dentro de mi, como nadie más ha llegado. Y fíjate que siempre he sido de querer demasiado, de darlo todo sin que nadie quiera recibirlo. Que hubo también otros que se me quedaron clavados y me hirieron, pero tú has conseguido sacarlos y curarme el dolor de las cicatrices. Créeme que esto tiene merito, al menos para mi. Y solo es una de tus muchas hazañas. Como lo de cambiarme el estado de animo en unos segundos. Lo de hacer que mi capacidad de obsesión (que ya era alta) aumentara considerablemente. No sé, a mi las pequeñas cosas me marcan, amor. Además tú me viste cuando era invisible. Me hiciste creer que alguien se interesaba por mi más de lo que yo me interesaba por él. Pensaba en ti como en una una carga o como un entretenimiento, en vez de como en una necesidad, que es en lo que te has acabado convirtiendo. No eras nadie. Otro de tus logros, pasar de nada a todo. Mi todo. Que parece poco; y no niego que es fácil meterse en mi corazón. Pero lo difícil era sacar al otro ocupa que tanto tiempo llevaba dentro. Y ahí estabas tú, para sacarlo a base de golpearme con cariño y sorprenderme con emociones que creía dueñas de otro. Un simple gracias se queda corto para agradecértelo, me es imposible explicar con palabras lo mucho que necesitaba librarme de su recuerdo. Por eso siempre estaré en deuda contigo, aunque ahora seas tú el que me cree el insomnio y el que me hace llorar en los días grises.


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