Cielo, hace mucho muchísimo tiempo que estoy cayendo por este precipicio. Que vivo con un "ni contigo ni sin ti" clavado en la piel y ya no me sirven estas letras, ni este cielo, ni esta sonrisa para conseguir que vuelvas. Que regrese esa persona que conocí. Una sonrisa sin reparo, sin quien podía estar mirando, esa manera de tocarte el pelo. Ese "quédate" pasadas las doce, esas que nos callamos el te quiero. Así que no me preguntes nunca que es lo que paso para que nos convirtiésemos en una promesa que estaba destinada a morir. Miedo a perderte lo llaman, miedo a perderme diría yo. Y eso es lo más triste, que yo por ti habría luchado contra gigantes por sacarte una sonrisa, aún sabiendo que en realidad el mayor enemigo que tenia eras tú. Tú y la puta manía que tengo yo de quererte. Y ahora he caído al precipicio, y esta vez no estarás tú para salvarme.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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