Los días van pasando lentamente, sin ti. Me pregunto, si te acuerdas de mí. De vez en cuando me recuerdas, me haces reír. Veo que me hablas, sonrió a la pantalla sin poderlo remediar. Da igual todo lo que digas, siempre me encantara. Y, ahora que lo pienso, no vamos a ninguna parte. Has tenido ya mucho tiempo, está claro que solo soy una amiga para ti. Tampoco es que haya pensado otra cosa alguna vez. Me conformare con estar contigo, estar sentada a tu lado, sabiendo que no te puedo tener. Me contaras tu vida, nos divertiremos como siempre, seguirás haciéndome reír, con esas anécdotas y estupideces tuyas. Ya no puedo seguir así, pareciendo una tonta todos los días. Así que, dejare de imaginarme, lo que nunca pasara. Tengo que volver a la realidad.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario