Harta de que no cuentes conmigo. Sé que fallo, y
constantemente. Pero estoy ahí, en el silencio, para lo que quieras. No doy
buenos consejos, porque simplemente no sé nada de la vida. Pero intento cada día
mejorar, dar una nueva sonrisa al mundo, pese a todo lo malo que me pasa y que
me rodea. Que se que nada es fácil, que todo da vueltas muy rápido, tan rápido que
asombra. Las cosas son extrañas últimamente, ya nadie entiende nada. Solo
podemos esperar, o eso se supone, siempre intentando ayudar.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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