Rabia mezclada con lágrimas sabor a desesperación de los
días que hemos desperdiciado. Ganas de mandarlo todo a la mierda gritando que
este mundo no está hecho para mí. Intento adaptarme cada día un poco más, pero
las desgracias nunca tienen suficiente, van a por mí. Ya no sé ni lo que
siento, no sé lo que pienso, no sé lo que digo. No sé nada. Por favor, querida
felicidad que todo el mundo busca en secreto, ¿te importaría buscarme? Enserio,
quiero que mis días recuperen la ilusión que tenían antes.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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