Esas ganas inmensas de sentirlo, de verle, de mirarle, de tenerle cerca. De tocarle y de que me sonría. Que me cuente como le va la vida, saber si me ha echado de menos. ¿Cuándo fue la última vez que pensó en mí? ¿Cuándo fue la última vez que pronuncio mi nombre? Me gusta pensar que a menudo me recuerda, pero no lo creo de verdad. Soy una más, una del montón, nada de especial. Le hago reír, le enseño mi manera de ver la vida. Aprendo de la suya, solo quiero escucharle, pasar tiempo a su lado. Me muero por verle.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Guauu precioosooo el texto bueno texto y toodo el blog(: te sigo aqui te dejo una novela qu estoy comenzando un Besazooo<3 http://inanemptyroom.blogspot.com.es/
ResponderEliminarBua, muchísimas gracias!
ResponderEliminarAhora mismo me paso por tu blog y te sigo :)
Un beso!