Solo el saber que existes ya hace que te odie. Te odio por como me miras, por como me hablas, por como te preocupas. Te odio por tus ojos, por tu voz, por tu sonrisa, porque me duele escuchar como te ríes, porque me duele ver que te acuerdas de mi... que te importo. Te odio porque te as metido en mi mundo y ahora no te puedo sacar, porque antes podía vivir sin ti, porque no necesitaba verte, porque me daba igual donde estuvieras. Te odio porque me haces sentir bien y no puedo decírtelo. Te odio porque enciendes mi corazón y apagas mis palabras. Te odio porque desearía no conocerte, te odio por ti lloro, por ti rió, por ti siento. Te odio porque se que no te tengo, porque se que no me quieres... porque se que me conoces y que sabes lo que por ti siento...por eso te odio porque lo sabes y no haces nada. Te odio porque no puedo decirte lo que ya sabes. Que te odio porque te quiero.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario