Qué asco. No sabes el asco que siento ahora mismo. La gente. Si, esa gente que ves casi todos los días. Esa gente que critica sin saber. SIN SABER. ¿Me conoces? ¿Sabes cómo soy? ¿Te he hecho algo malo? NO. A ver si aprendemos a darnos cuenta de que todos tenemos sentimientos. Y que la gente cambia. ¿Vale? Cambia muchísimo. Puede que hace años alguien te hiciera algo malo. Pero no puedes seguir criticándole tanto tiempo después. Y, creerme, pienso dar la cara por ella siempre. Delante vuestro, sobretodo. Si la vais a mirar con cara de asco, que no sea delante mío. ¿Queda claro? A ver si aprendemos a ser buenas personas, gilipollas.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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