Yo no empecé. Empezaste tú, hace tanto tiempo que ni me acuerdo. Y de ahí surgió el juego, ese de no aguantarnos, de odiarnos. Había buenos momentos, pero otros en los que te despreciaba profundamente. Creo que lo de sentir asco el uno por el otro fue mutuo, pero yo solo a veces. Gente muy falsa que conozco te apoyaba más a ti que a mí. Sí, pero claro, eso lo averigüe después. Amigas, dicen. JA. Me rio en su cara. Mejor dejo de desvariar y me centro. A lo que iba, el juego comenzó. Y, hoy, todavía dura algo. Pero no mucho. A ti ya no te sirve con criticar. Ahora prefieres pasar de mí, hacer como si nunca habláramos mucho, como si apenas me conocieses. Perdona, pero me conoces. Y mucho, diría yo. Y, reconócelo, hemos hablado mucho estos años. Si, para insultarnos, vacilarnos, lo que quieras. Pero, claro, las cosas cambian. Ha cambiado nuestro alrededor. Ahora quieres quedar bien delante de la gente; y claro, lo consigues. La gente que no se lo merece siempre lo consigue. Tranquilo, no hablare contigo, igual te jodo ese pedestal que te has creado. Ah, y por último. Que sepas que en la vida me he creído mejor que nadie. Asique, a ver si nos callamos la boca. Porque no estás para hablar.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
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