Odio como eres y como tratas a los demás. Te odio cuando te
sientes triste o sola. Te odio cuando crees que alguien es superior a ti,
cuando te sientes menos. Te odio cuando querrías cambiarlo todo de ti. Te odio
cuando dices que estas gorda o que eres fea. Te odio, porque lo piensas de
verdad. Te odio porque no te gustas ni un poquito. Te odio cuando piensas que ningún
chico te va a querer. Te odio cuando quieres morirte. Te odio cuando te desprecias.
Te odio cuando te dan bajones y piensas que nada tiene sentido. Te odio cuando
estas de mal humor y te dan venadas de mal genio. Te odio cuando cambias tu
sonrisa por tus lágrimas. Te odio cuando
quieres a la persona que deberías odiar. Te odio cuando te das por vencida,
cuando te rindes. Te odio cuando piensas que él es perfecto, cuando te sonríe o
te habla, y tú te mueres. Te odio cuando crees que no puedes librarte de su
esencia. Te oído cuando querrías pasar cada segundo de tu vida a su lado. Te
odio cuando antes de dormir imaginas una vida con él. Te odio porque sabes que
no te quiere. Te odio porque lo sabes, y aun así sigues necesitándole cada día
más. Te odio porque crees que nadie es como él. Te odio cuando le miras. Te
odio cuando le piensas. Te odio cuando te equivocas. Te odio cuando tratas mal
a las personas que más te importan. Te odio cuando pagas tus enfados con otros
que no tienen la culpa. Te odio cuando te pones borde. Te odio cuando pasas vergüenza
y solo piensas en huir. Te odio cuando te pones nerviosa y lo único que quieres es que dejen de mirarte.
Te odio cuando odias hablar delante de mucha gente. Te odio cuando no tienes
confianza. Te odio cuando te guardas las cosas para ti. Te odio cuando gritas a
gente que no se lo merece. Te odio cuando crees que todos piensan que eres
tonta, gilipollas, horrible o algo por el estilo. Te odio cuando eres bipolar.
Cuando te pueden tus inseguridades y tus miedos. Te odio cuando piensas que lo
que llevas puesto te queda mal o te hace ancha. Te odio porque sé que puedes
hacer grandes cosas, y no las haces. Te odio porque no das tu opinión y porque
te callas. Te odio porque sabes muchas cosas y haces como si no las supieras. Te
odio porque aguantas demasiado. Te odio cuando no te sabes explicar. Te odio
porque aun sigues esperándole. Te odio porque eres tonta. Te odio porque no lo
niegas. Te odio por lo que piensas. Te odio porque te crees cada insulto y
evitas cada cumplido. Te odio cuando te dicen que no eres fea y no les crees.
Te odio porque sabes el daño que hacen las palabras si te las dice la persona
indicada. Te odio por no hacerte valorar. Te odio por no saber decir que no. Te
odio porque serias capaz de dar la vida por personas que no te dan ni las
gracias. Te odio porque te odias.
Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar,...
Comentarios
Publicar un comentario